Estilos de Crianza

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Hoy en día los padres tenemos la necesidad de buscar otras alternativas para educar a nuestros hijos, incluso de ser más analíticos con las propuestas que por diversas fuentes nos llegan. Los métodos de crianza con los que fuimos educados; no siempre nos brindaron la seguridad, libertad y/o afecto deseado por nuestros padres, y tenemos la firme intención de buscar alguna manera que contengan la relevancia de las emociones, el desarrollo natural del niño, la experiencia y los descubrimientos científicos que nos permitan reconocer lo verdaderamente útil.

En nuestra sociedad existen dos modelos de crianza que son los más conocidos. El primero es incluso uno de los más usados a lo largo de la historia. El tipo autoritario, donde la frase más usada es “en esta casa se hace lo que yo diga y cuando tengas tu casa, tú podrás mandar”. Son firmes al establecer reglas, poco afectivos, emplean orden y nada de libertad. La creencia detrás de este comportamiento es: “no quiero que mi hijo sea un malcriado”. La firmeza excesiva trae consigo frustración, porque es imposible tener todo en orden; por lo cual, es común que se emplee castigos con violencia física (nalgada, manazo, la chancla, el cinturón), las agresiones verbales como: la humillación (comparaciones públicas o privadas) o las amenazas (advertencias constantes de lo que le ocurrirá si no actúa como quiere el padre) y si el padre ha entendido que el castigo es perjudicial, usualmente los reemplaza por premios.

El segundo modelo, es el antagónico. El tipo permisivo, donde la frase más usada es “Lo que quiera mi hijo”. Permiten la libertad, son muy amables y carecen de orden. La creencia en este comportamiento es: “no quiero dañar nuestra relación, ni la autoestima de mi hijo”. La falta de orden provoca agotamiento ante las constantes demandas del niño, y los comportamientos inadecuados los dejan pasar. La falta de firmeza genera caos en casa y en la sociedad, y el ser únicamente amables y temer dañar las relaciones con los otros, limitan el desarrollo de una relación efectiva.

Hasta hace un tiempo, estos eran los modelos más usuales. Y ahora, conforme los adultos nos involucramos en más y más responsabilidades, comienza a tomar fuerza el estilo negligente. En el tipo negligente, la frase más usada es “no tengo tiempo”. Esto en el caso de que el padre responda a los cuestionamientos, porque la característica sobresaliente es que carecen de una comunicación verbal efectiva. Y como el principio de las relaciones humanas dicta: “lo que no se dice, se actúa”. El comportamiento suele ser “dejar hacer, dejar pasar”. En realidad están tan distraídos en otras tareas “importantes”, que parece que olvidan que hay niños en casa. La creencia en este comportamiento es: “Yo tengo necesidades”. No utilizan el afecto, ni ponen orden; ya que están muy ocupados resolviendo sus propias necesidades básicas o de afecto.

Por otro lado, hay muchas familias en las cuales no hay un estilo tradicional. Regularmente en estos hogares se adquiere un estilo mixto, el cual consiste en adquirir los estereotipos de hombre y mujer en la educación de los hijos. Donde el padre adquiere el papel del padre autoritario y la mujer de la madre que aboga por el hijo. A veces incluso, se observa que los roles están invertidos.
Hasta este punto, cada uno tiene puntos valiosos: El autoritario que muestra la importancia de ser firmes, el permisivo que cuida la relación padre-hijo y el negligente que trata de cuidarse a sí mismo. El punto en el que todos convergen, tomando lo mejor de cada modelo se le llama Disciplina Positiva. Y justo, porque considera a todos, también solemos encontrarlo como estilo democrático.

El estilo democrático o la disciplina positiva, la frase más común es “todos somos importantes y merecemos ser tratados con respeto”. La creencia es: “Todos queremos pertenecer y ser importantes”. Se promueve la consciencia del hijo sobre las propias acciones (reflexiona sobre las consecuencias de los actos de los hijos y promueve, a su vez, la reflexión en ellos). No promueve el castigo físico, pero sí el poner límites, los cuales se construyen en familia, considerando las circunstancias, a los demás y a uno mismo. Busca promover el sentido de pertenencia e importancia en los hijos. Al hacer reflexionar al hijo, promoviendo su autoconsciencia, se busca formar un adulto funcional, capaz de manejar sus emociones y actuar en consecuencia. Por lo tanto, busca una educación a largo plazo.

De esta forma, en un taller de Disciplina Positiva aprendo de manera vivencial a observar (a mí y a los demás), a reconocer y validar sentimientos. Confirmamos que como seres humanos cometemos errores, porque aunque eso ya todos lo sabemos, solemos olvidarlo. Buscamos la manera de que el error se vuelva útil, haciendo uso del enfoque a soluciones. Se promueven prácticas que generan pertenencia, comunicación eficaz y se permite experimentar la manera de empoderar para sobreponerse al fracaso y desarrollar sus habilidades personales. Este tipo de aprendizaje les permite a los futuros adultos llegar a ser resilientes.

Ahora imagina que puedes ir adquiriendo e incorporando tus nuevos aprendizajes de manera gradual, y que puedas observar de manera inmediata cambios positivos en los comportamientos de los niños. Además, practicar una y otra vez, con más familias, que al igual que tú viven interesados por adquirir mejores maneras para educar a sus hijos, de manera consciente y preparada. Porque como lo dicen “nadie nace con un manual bajo el brazo”. No esperes para mañana lo que puedes aprender hoy, para educar a tus hijos. Tengamos el valor de ser humildes y valientes, de reconocer que siempre podemos aprender y descubrir que la verdad es relativa, pero si me preparo, podré construir, con base en esa verdad relativa, una realidad más justa para mi familia.

Ps. Laura Carrillo M.
Educadora Certificada en Disciplina Positiva para Padres & en el Salón de Clases.
Positive Discipline Association EE.UU.
www.facebook.com/LauraCm.Dp

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